Viajar en bicicleta por Grecia
Cómo es viajar en bicicleta por Grecia
ara empezar esta historia sobre viajar en bicicleta por Grecia, me gustaría compartir cómo fue la experiencia de cruzar Macedonia y entrar en tierras griegas. El viento soplaba fuerte y los días de lluvia parecían interminables. Tras varios días acampando cerca de un lago en Macedonia, por fin crucé la frontera hacia Grecia, emocionado por descubrir lo que este país tenía reservado para mí.
Pero no todo fue fácil; había pasado tres días sin montar en bicicleta debido a una pieza rota en mi hornillo, lo que me obligó a quedarme más tiempo de lo previsto en Macedonia. Este contratiempo, sin embargo, fue una oportunidad para conocer a personas hospitalarias y disfrutar de la quietud del lugar. A veces, los imprevistos son parte del viaje y te enseñan que moverse no siempre significa avanzar rápidamente.
La primera noche en Grecia, acampé en la casa de un hombre llamado Anastasios, que me recibió con los brazos abiertos. Trabajaba en una panadería y, como te podrás imaginar, me regaló un par de trozos de pizza que me supieron a gloria después de tanto pedalear. Este tipo de encuentros es lo que hace que viajar en bicicleta sea tan especial. No se trata solo de los paisajes, sino de las personas que conoces por el camino. Con él, compartí historias y también risas, mientras nos preparábamos para el día siguiente. Grecia me dio la bienvenida con su hospitalidad y me hizo sentir que cada kilómetro valía la pena.
Al día siguiente, retomé la ruta hacia Policastro para recoger la pieza de mi hornillo. Grecia me sorprendió desde el primer pedalazo. Los campos de cultivo se extendían hasta donde la vista alcanzaba, con el sol ocultándose entre las nubes, lo que hacía que el clima fuese perfecto para pedalear. Esta fue una gran diferencia respecto a las cunetas llenas de basura que había visto en los Balcanes, particularmente en Bosnia y Albania. Aunque, curiosamente, las cunetas griegas estaban repletas de vasos de café para llevar, porque aquí el café es casi una religión.
Continué mi viaje por carreteras tranquilas y pequeñas aldeas, disfrutando del paisaje y de los momentos de paz que me regalaba el viajar en bicicleta por Grecia. No hay nada como rodar durante horas sin un destino fijo, solo con la esperanza de encontrar un buen lugar para acampar y relajarse al final del día. Después de recoger la pieza que necesitaba en Policastro, me dirigí hacia el este, bordeando el mar. Me invadía la emoción al pensar en todo lo que aún me quedaba por descubrir en este país.
Uno de los puntos más destacados del viaje fue la llegada a una playa aislada, donde apenas había gente, solo una pareja en moto que había llegado antes que yo. Decidí acampar allí mismo, justo frente al mar, y me di el lujo de un buen baño tras varios días sin ver el agua. El mar Egeo se veía más inmenso y azul de lo que recordaba. Tras acampar y refrescarme en las aguas cristalinas, me preparé una cena sencilla: ensalada, algo de pan y fruta fresca. Un banquete simple, pero delicioso después de un día de pedalear bajo el sol.
Pasé la noche escuchando el sonido de las olas y pensando en cómo el cicloturismo en Grecia me permitía sentirme en sintonía con la naturaleza. Al día siguiente, me desperté con el sol y me di otro chapuzón en la playa antes de continuar mi ruta. Ese día fue especialmente tranquilo; a veces, rodar por estas carreteras vacías es lo más cerca que uno puede estar de la verdadera paz. No hay tráfico, no hay prisa, solo el viento y la bicicleta.
Mi siguiente parada fue en unas termas naturales. Después de horas de pedaleo, el agua caliente de las termas fue un alivio para mis músculos cansados. Era como un oasis en medio del camino. No pude evitar quedarme más tiempo del previsto, disfrutando de la calidez del agua mientras pensaba en lo lejos que había llegado en este viaje. Viajar en bicicleta por Grecia es una experiencia de contrastes: un día estás solo en la carretera, rodeado de campos abiertos, y al siguiente te sumerges en un paraíso de agua termal.
Uno de los momentos más memorables del viaje fue cuando encontré una pequeña casa abandonada cerca de la costa. Decidí acampar allí, ya que me ofrecía un refugio perfecto para pasar la noche. La casa estaba bastante deteriorada, pero me permitió disfrutar de una puesta de sol impresionante sobre el mar Egeo, un momento que guardaré en mi memoria para siempre.
No todo fueron paisajes idílicos, por supuesto. En varias ocasiones, tuve que lidiar con perros que, al parecer, no eran muy amigables con los ciclistas. Afortunadamente, nunca llegué a tener problemas graves, aunque sí hubo momentos de tensión. Esto es algo que cualquier ciclista debe tener en cuenta al viajar en bicicleta por Grecia. Sin embargo, estos pequeños obstáculos no hicieron más que enriquecer la experiencia.
Finalmente, llegué a Kavala, una ciudad más grande y turística, donde decidí tomarme un par de días de descanso. Necesitaba reponer energías antes de continuar mi ruta hacia Turquía. En estos momentos, uno se da cuenta de lo importante que es escuchar a su cuerpo y permitirle descansar. El viaje en bicicleta es una experiencia tanto física como mental, y es crucial encontrar ese equilibrio.
En resumen, viajar en bicicleta por Grecia ha sido una de las experiencias más gratificantes que he vivido. Los paisajes, las personas, la tranquilidad de las carreteras secundarias y la conexión constante con la naturaleza hacen de este país un destino ideal para cualquier amante del cicloturismo. Cada día en la bicicleta es una nueva aventura, y no puedo esperar para continuar mi viaje hacia nuevos horizontes.
Viaje en bicicleta por Grecia
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