Viajar en bicicleta por
Macedonia del Norte
Cómo es viajar en bicicleta por Macedonia del Norte
Mi viaje en bicicleta por Macedonia del Norte comenzó con un paisaje tan impresionante que me hizo detenerme un momento para apreciarlo. Entrar en este país fue como abrir la puerta a una nueva etapa de mi aventura. Ya llevaba días recorriendo los Balcanes, y sabía que tras Macedonia vendrían Grecia y Turquía. Pero como en todo viaje en bicicleta, aprendí a tomarlo día a día, disfrutando de cada pedalada y dejándome sorprender por lo que el camino tenía preparado para mí.
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ToggleAl entrar en Macedonia del Norte, una de las primeras cosas que me llamó la atención fue la tranquilidad. Desde que dejé Croacia, no había encontrado un lugar tan pacífico. El paseo junto al lago Ohrid fue una experiencia de serenidad total, un contraste absoluto con las multitudes que había encontrado en otras partes del viaje. Sin embargo, la paz del paisaje no estaba exenta de ciertos problemas. Lamentablemente, la basura se acumulaba en algunas zonas, lo que me llenaba de tristeza. A pesar de ello, el lago Ohrid seguía siendo imponente, dividiendo su belleza entre Macedonia del Norte y Albania.
Un par de días después, mientras bordeaba el lago en dirección a Bitola, me encontré con Charles y Anne-Claire, una pareja de cicloviajeros que había conocido en Bosnia. Decidimos unir fuerzas y continuar juntos hacia Grecia, lo que añadió un toque de camaradería a este tramo de la ruta. Viajar en bicicleta por Macedonia del Norte se volvió más emocionante al compartir experiencias con otros, intercambiando anécdotas mientras subíamos hacia el Parque Nacional de Galichica.
El ascenso al parque fue uno de esos momentos que hacen que el esfuerzo valga la pena. Aunque la subida era dura, el paisaje lo compensaba con creces. El parque, casi libre de tráfico y con sombra que nos protegía del calor, nos ofreció uno de los tramos más tranquilos y bonitos del viaje. En Macedonia del Norte, las montañas tienen una forma de envolverte, como si quisieran recordarte lo pequeño que eres en comparación con la naturaleza.
Uno de los puntos más curiosos de este viaje fue cuando encontramos un hotel abandonado en mitad de la ruta. Decidimos refugiarnos allí, ya que había comenzado a llover y las tiendas no parecían ser la mejor opción esa noche. Nos instalamos en lo que quedaba del hotel y, aunque estaba en ruinas, fue un refugio perfecto para esa noche. Las risas y las historias que compartimos con Charles y Anne-Claire bajo aquel techo roto hicieron que aquella noche en Macedonia del Norte fuera mágica a su manera.
Los días siguientes, el sol volvió a brillar y nuestras bicicletas nos llevaron por caminos llanos, rodeados de girasoles y campos que parecían no tener fin. El terreno se volvía más suave, pero el paisaje no dejaba de asombrarme. Aunque viajar en bicicleta por Macedonia del Norte puede parecer un desafío debido a las subidas y el calor, la recompensa siempre está en los pequeños detalles: el aire fresco en las montañas, los ríos cristalinos y la amabilidad de las personas que encuentras en cada pueblo.
Un día, tras atravesar un camino complicado, encontré un pequeño río, el lugar perfecto para acampar. El agua estaba helada, pero fue el mejor alivio tras horas de pedalear bajo el sol abrasador. Aunque me relajé y disfruté del sonido del río, me di cuenta de que no me sentía del todo cómodo acampando rodeado de basura. Fue un recordatorio de que, aunque viajar en bicicleta por Albania es increíble, también enfrenta retos, y a veces hay que adaptarse a las condiciones del entorno.
A medida que avanzaba hacia las montañas, me maravillaba con el verdor del paisaje. Las colinas que rodean el Parque Nacional de Lura y las montañas cercanas a Macedonia son espectaculares. La tranquilidad de estos lugares, lejos del bullicio de las ciudades, me hizo sentir una paz que no encontraba desde hacía tiempo. Viajar en bicicleta por Albania te ofrece la oportunidad de sumergirte en la naturaleza de una manera que pocas rutas pueden ofrecer. Cada curva en el camino revelaba un nuevo valle o un río cristalino, y no podía evitar detenerme para disfrutar de las vistas.
Uno de los momentos más tensos de este viaje fue justo antes de una tormenta. Estábamos buscando un lugar donde acampar, pero no lográbamos encontrar nada adecuado. A veces, el viaje en bicicleta pone a prueba tus nervios, y ese fue uno de esos momentos. Sin embargo, decidí mantener la calma, confiando en que al final todo saldría bien. Y así fue. Un hombre nos dijo que no podíamos acampar en su terreno, lo que nos obligó a seguir buscando. Lo que parecía un revés resultó ser una bendición, ya que encontramos un lugar aún mejor, donde pasé una de las noches más especiales del viaje.
Al día siguiente, la ruta continuaba hacia Grecia, pero me tomé un momento para reflexionar sobre lo que Macedonia del Norte me había ofrecido. La mezcla de desafíos y sorpresas, de paisajes impresionantes y momentos de calma absoluta, me había dejado una profunda huella. Viajar en bicicleta por Macedonia del Norte no fue solo un recorrido físico, sino también un viaje personal, lleno de aprendizajes y conexiones que no esperaba encontrar.
Este país, con sus montañas, sus lagos y su gente hospitalaria, me mostró una faceta de los Balcanes que no conocía. Y aunque mi aventura en Macedonia del Norte estaba llegando a su fin, sabía que lo que había vivido aquí sería una de las partes más memorables de mi viaje en bicicleta.